DE LAS MENTIRAS DE LAS ARMAS
DE DESTRUCCION MASIVAS AL GAS SARIN
¿Se acuerdan ustedes de la intoxicación mundial que el
Imperialismo Norteamericano realizó a través de sus medios de comunicación, contando,
además, con la complicidad necesaria y vergonzante de Tony Blairy José
María Aznar sobre las armas de destrucción masiva de IRAK?
Apoyándose en
su fuerza moral, la mentira, no
solamente han destruido a un país, con cientos de miles de muertos, eso sí
muertos que se lo merecían, ya que los mataban ellos, a diferencia de los que mata el gobierno de Bashar al-Assad, al tiempo que ofrecían al
mundo las imágenes más degradantes y escalofriantes que el ser humano haya podido contemplar,
responsable de ellas sus “ejemplares soldados”. (Pilas de seres humanos
desnudos, atados con correas al cuello, amedrentados y, tal vez, torturados con
perros amaestrados).
Basándonos en todo lo acaecido en la Guerra de IRAK
¿Quién puede creer al Presidente Norteamericano y a sus instituciones: Congreso
y Senado? Hasta los gobiernos de otros
estados, amigos de Barack Obama, dudan de la
veracidad de sus aseveraciones.
Los imperialismos, todos los imperialismos habidos:
Romano, Inglés, Español y ahora el Norteamericano necesitan las guerras como el
secano el agua de Mayo. Qué casualidad que desde que cayó el muro de Berlín ha
habido las siguientes guerras: Yugoeslavia,
Afganistán, Irak, Libia y, presumiblemente, Siria, (sin olvidar que en la
Agenda figuran IRAN Y COREA DEL NORTE, ISRAEL NO) En todos ellos han
quedado tras de sí la destrucción, la barbarie y el terrorismo sistematizado.
Hasta que los gobiernos de los distintos estados no
dejen de ser meros lacayos del gran capital, entendido éste en su sentido más
amplio, el Imperialismo Norteamericano
campeara a sus anchas dónde y cuándo le venga en ganas.
Es de vergüenza que la “llamada Comunidad Internacional” nos sea capaz de solucionar los
conflictos bélicos acaecidos, intra o
entre estados, de una manera pacífica y diplomática, sino
que por el contrario sea cómplice por acción o por omisión de la guerra.
Nicasio Sancho González
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