No hace mucho que falleció Adolfo Suárez. En la despedida y exequias
pudimos, los que tenemos cierta edad, contemplar las condolencias ofrecidas a
los familiares por los que en un período de tiempo no dejaron de zaherirle con
todo tipo de calificativos, el
cual más insultante. Insultos y apologías que concluyeron con un
Golpe de Estado, 23-F de 1981. Treinta
y tres años después, algunos guardias civiles lo festejan con paellas en el
cuartel, sin que los servicios secretos del Estado se enteren. Los medios de comunicación, que
disponen de toda la información deberían, además de recrearse en la imágenes de
los fulleros
que le criticaron, relatarnos quienes
fueron los traidores que le obligaron a dimitir y que ahora abrazan a los
familiares, posiblemente muchos de los cuales han contribuido y están
contribuyendo a desmantelar todas las
conquistas sociales conseguidas en su período de gobierno. Independientemente
de sus desaciertos, tuvo el coraje de: legalizar los partidos políticos, Ley de
amnistía, Pactos de la Moncloa, propicio la Ley del divorcio, puso en marcha un
proceso constituyente, etc.
Los momentos actuales son aún más difíciles que aquellos que les
toco gobernar a Suárez. Esperemos que los que se alternaron en el poder, si
quiera por respeto al fallecido, estén a la altura de las circunstancias. A pesar de todo, fue un gran hombre. DESCANSE EN PAZ.
Nicasio Sancho
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