Cuando hoy es posible, técnicamente, mejorar y extender las fuentes de producción de alimentos, millones de seres humanos padecen hambre.
Cuando los avances de la biología, la bioquímica y la
medicina han conseguido vencer multitud de enfermedades, millones de personas
sufren y mueren, todavía, a causa de esas enfermedades.
Cuando la informática, la cibernética, y los medios de
comunicación y aprendizaje, han alcanzado en los últimos decenios cotas
inimaginables, millones de seres humanos están sumidos, aun, en la ignorancia y
el analfabetismo.
Cuándo las condiciones de vida y las técnicas aplicadas han
conseguido alargar la existencia y prolongar la juventud para que la vida sea
fuente de gozo y alegría, millones de niños, jóvenes y ancianos sufren las
secuelas mortales de guerras o son llevados a frentes de batalla en defensa de
valores de dudosa defensa e inconfesable procedencia.
Cuando desde 1948 existe una declaración de DERECHOS HUMANOS
,sancionada por la ONU, estamos ante una violación sistemática de los Derechos Humanos;
hay miles de personas que sufren encarcelamiento ,torturas y muerte en El
Salvador, Chile, Argentina, Uruguay, Guatemala, etc.
El desterrar el sufrimiento y la barbarie no son, casi
nunca, consecuencia de actos como este de hoy, sino que deben fundamentalmente
en la práctica cotidiana de cada uno. Debemos ser consecuentes, lo que
significa declarar la guerra, incluso de agresión a la intolerancia, el abuso
del poder, al crimen organizado, y en suma, a todo cuanto significa violación
de los Derechos Humanos.
Pero la defensa de los Derechos Humanos es también la
necesidad de un giro en lo cultural; de un cambio profundo en una sociedad
aburguesada por el consumismo, que se aburre y que, a lo mas, hace quejas
plañideras y no pasa a la acción porque contempla la violación de los Derechos
Humanos como algo que ocurre fuera de su zona de influencia y que no le afecta.
Un acto como este debe ser un llamamiento al optimismo y a la fe en la voluntad
humana. Un acto como este debe hacer realidad la poesía que figura en las
canciones que se corean, de tal manera que arrastremos al bando de la vida a
los que por seguir la inercia de las costumbres, de los silencios culpables de
los encogimientos de hombros están, sin saberlo, con el bando de muerte. Y todo
esto sin estridencias, sin gritos, sin muecas y sin falsas alegrías. Hoy hace
exactamente ocho años que un hombre de porte tranquilo y gesto humilde supo
defender la libertad y los Derechos Humanos; supo hacerlo sin hacer ostentación
de la muerte. Murió como lo hacen los convencidos, obligando a sus asesinos a
suplir su propia vaciedad moral con el taconazo y con la consigna tanta veces
hecha práctica de “viva la muerte”.
El ejemplo de Salvador Allende es suficiente, no queramos
más ejemplos personales y cruentos. Si queremos detener la sangría y apostar
por la vida hoy la promesa convencida de que nuestra práctica colectiva va a
hacer imposible la repetición de más martirios.
Julio Anguita.Cordoba, 11 de Septiembre de 1981.
Discurso en la Plaza de la Corredera con motivo de un acto
Pro-Derechos Humanos.
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